De las pistas de Blue al juego del calamar: La excesiva violencia que consumen los niños

23/01/2025

La infancia, que solía ser un refugio de inocencia y aprendizaje, hoy enfrenta un enemigo silencioso: las pantallas. Hemos pasado de historias entrañables como Las Pistas de Blue un pequeño cachorro azul que resolvía pistas con la ayuda de su amigo Steve que enseñaban empatía y resolución de problemas. Hoy, en contraste, muchos niños están expuestos a contenidos como El juego del calamar, una serie cargada de violencia extrema, desesperación, programas que glorifican la violencia y el caos. mensajes que están lejos de ser adecuados para una mente en desarrollo.

Esta transición genera una pregunta inquietante: ¿cómo pasamos de un contenido que nutría la imaginación a otro que normaliza la violencia? Y, más importante aún, ¿qué impacto tiene este cambio en la infancia?

En este artículo, exploraremos cómo han evolucionado los contenidos que consumen los niños, los efectos de la exposición a la violencia en su desarrollo y, lo más importante, qué pueden hacer los padres para proteger su inocencia en un mundo digital donde el acceso a todo está a un clic de distancia. 

El cambio generacional en los contenidos infantiles

Durante los años 90 y principios de los 2000, programas como Las Pistas de Blue o Plaza Sésamo no solo ofrecían entretenimiento, sino que tenían un propósito formativo claro: fomentar valores fundamentales, enseñar habilidades básicas y acompañar a los niños en su crecimiento emocional. Estos programas ofrecían un refugio seguro en el que los pequeños podían aprender sobre el mundo, mientras desarrollaban empatía y fortalecían su imaginación.

Hoy, el panorama es completamente distinto. Con la llegada de plataformas de streaming y redes sociales, el contenido infantil ya no está limitado a lo que ofrecen los canales dedicados exclusivamente a ellos. Ahora, los niños tienen acceso a un flujo interminable de contenido, gran parte del cual no está diseñado para su edad. Series como El Juego del Calamar, pensadas para un público adulto, llegan fácilmente a los ojos de los más pequeños, sin filtros ni advertencias suficientes.

En las últimas décadas, hemos pasado de un enfoque centrado en la empatía y el aprendizaje a una fascinación cultural por lo sensacionalista. Las narrativas cargadas de violencia y conflictos emocionales extremos han ganado popularidad. Aunque estas historias puedan resultar emocionantes para adolescentes o adultos, los niños no poseen las herramientas emocionales necesarias para procesarlas.

Estamos permitiendo que la tecnología y el acceso irrestricto definan lo que las infancias consumen, y con ello, los valores que adoptan. La pregunta es inevitable: ¿qué tipo de mensajes queremos que formen parte de los recuerdos de infancia de nuestros hijos?

Impacto de los contenidos violentos en los niños

En 1977, el renombrado psicólogo Albert Bandura formuló la Teoría del Aprendizaje Social (TAS), un enfoque innovador que propone que gran parte del aprendizaje humano se produce en contextos sociales, mediante la observación de otros. Este proceso no implica simplemente una imitación automática, sino una selección consciente de las conductas que resultan atractivas o significativas para el individuo, especialmente durante la infancia y la adolescencia, etapas particularmente sensibles al entorno social.

Para ilustrar esta teoría, Bandura llevó a cabo el célebre "Experimento del muñeco Bobo" en 1961, en la Universidad de Stanford. El estudio involucró a tres grupos de niños en edad preescolar y un muñeco inflable como objeto de análisis. Al primer grupo se le mostró a un adulto interactuando de manera agresiva con el muñeco, empleando tanto actos físicos como insultos verbales. El segundo grupo observó al mismo adulto comportándose de manera pacífica, mientras que el tercero no presenció interacción alguna con el juguete.

Posteriormente, cada niño ingresó de manera individual a una sala equipada con diversos juguetes, incluido el muñeco Bobo. Los resultados fueron reveladores: aquellos niños que habían presenciado comportamientos agresivos tendieron a replicarlos, mientras que los demás mostraron actitudes significativamente menos violentas.

En una siguiente etapa de su investigación, Bandura examinó cómo las recompensas y los castigos influían en la imitación de comportamientos. Los hallazgos evidenciaron que, cuando las conductas agresivas eran recompensadas, los niños las imitaban con mayor frecuencia. En contraste, cuando dichas conductas eran reprendidas, los pequeños mostraban una menor predisposición a reproducirlas.

Bandura también extendió su análisis al ámbito de los medios de comunicación. A través de un experimento en el que empleó imágenes televisivas, demostró que la exposición a contenidos violentos en la pantalla producía un efecto similar al observado en interacciones directas: los niños expuestos a estos estímulos eran más propensos a manifestar conductas agresivas.

Décadas después, en 2010, el psicólogo Craig A. Anderson, junto con otros investigadores, realizó una revisión exhaustiva de estudios sobre este fenómeno. Concluyeron que "la evidencia sugiere con contundencia que la exposición a contenido violento constituye un factor de riesgo causal para el incremento del comportamiento agresivo, la cognición violenta y el afecto agresivo, al mismo tiempo que disminuye la empatía y las conductas prosociales". Estos hallazgos destacan la importancia de regular los estímulos a los que los niños están expuestos, tanto en su entorno inmediato como en los medios de comunicación (Insights GoStudent, 2025).


¿Qué ocurre en el cerebro cuando un niño está expuesto a la violencia?

El contenido cargado de violencia que hoy en día llega fácilmente a los niños activa áreas completamente diferentes del cerebro. Estudios han demostrado que la exposición constante a la violencia, incluso en forma de entretenimiento, puede provocar respuestas en las siguientes áreas clave: 

La hiperactivación de la amígdala y el estrés crónico

Según un estudio publicado en Journal of Neuroscience (2016), la exposición prolongada a imágenes violentas puede generar una respuesta de alerta constante, similar a lo que ocurre en situaciones de trauma. En los niños, esto puede aumentar los niveles de cortisol (hormona del estrés), impactando negativamente su regulación emocional y su desarrollo cognitivo.

El impacto en la corteza prefrontal

La corteza prefrontal, que regula la toma de decisiones y el autocontrol, sigue en desarrollo hasta los 25 años. Según investigaciones de Frontiers in Psychology (2018), la exposición temprana y repetida a contenido violento puede retrasar este desarrollo, ya que el cerebro infantil prioriza respuestas impulsivas y emocionales frente a las racionales. Esto puede llevar a problemas de conducta y dificultad para manejar conflictos.

La normalización de la violencia a través del sistema de recompensa

El sistema de recompensa cerebral, dominado por la liberación de dopamina, se activa ante estímulos que generan placer o emoción. Cuando los niños ven actos violentos presentados como emocionantes o glorificados (como en muchos programas y videojuegos), el cerebro asocia la violencia con un refuerzo positivo. Según un informe de la American Psychological Association (2017), esta asociación puede llevar a una desensibilización. 

La plasticidad cerebral y la exposición temprana
El cerebro infantil tiene una alta plasticidad, lo que significa que es especialmente receptivo a los estímulos externos durante las primeras etapas de la vida. Esto puede ser beneficioso cuando los niños están expuestos a contenido educativo y positivo, pero perjudicial cuando el contenido es violento. Según el neurocientífico Bruce Perry, la exposición temprana a violencia en medios puede "reconfigurar" las respuestas emocionales y sociales del niño, favoreciendo patrones reactivos y poco empáticos.

Recomendaciones para padres 

Proteger a los niños de la exposición a la violencia en los medios no significa alejarlos completamente de la tecnología, sino encontrar un balance que permita consumir contenido de calidad mientras se fomenta un ambiente seguro y enriquecedor. 

Es fundamental que los padres conozcan lo que sus hijos ven. Esto implica revisar clasificaciones de edad en series, películas y videojuegos. Plataformas como Netflix, YouTube y Disney+ ofrecen controles parentales que pueden restringir contenido inapropiado para ciertas edades. Optar por programas diseñados específicamente para niños, que promuevan valores como la empatía, la creatividad y el respeto, ayuda a garantizar que lo que consuman sea enriquecedor.

De forma similar es importante regular el tiempo excesivo frente a pantallas, ya que esto,  puede aumentar la probabilidad de exponerse a contenido no adecuado, además de afectar el desarrollo social y emocional. La Academia Americana de Pediatría sugiere que los niños de 2 a 5 años tengan un tiempo de pantalla máximo de una hora diaria, y que los mayores de 6 años tengan límites consistentes que permitan tiempo para el juego activo, la lectura y la interacción familiar.

Los niños necesitan aprender a interpretar lo que ven y distinguir entre la ficción y la realidad. Los padres pueden hacer preguntas como: ¿Qué crees que sintió el personaje cuando pasó eso? ¿Qué hubieras hecho tú en su lugar? Estas preguntas ayudan a desarrollar empatía y a analizar las consecuencias de las acciones en las historias, fomentando así su pensamiento crítico. 

Es importante educar sobre la violencia en los medios, en lugar de evitar el tema por completo, es importante que los padres expliquen por qué algunos contenidos no son adecuados. Hablar de cómo la violencia puede impactar el cerebro y las emociones les da a los niños herramientas para entender por qué ciertas series o videojuegos no son apropiados para su edad. 

Predica con el ejemplo 

Como se menciono al rededor del artículo los niños imitan lo que ven, y los hábitos tecnológicos de los padres son una guía poderosa. Si los padres priorizan contenido saludable, limitan su propio tiempo en las pantallas y tienen conversaciones abiertas sobre los valores familiares, es más probable que los niños sigan esos mismos patrones.

Es fundamental fomentar un uso consciente y positivo de la tecnología en los niños, enseñándoles a verla como una herramienta para aprender, crear y conectarse de manera enriquecedora. En lugar de solo consumir contenido, se puede incentivar el acceso a plataformas educativas, juegos que fomenten el aprendizaje y videos creativos. Además, es importante animarlos a usar la tecnología para crear: grabar historias, dibujar digitalmente, escribir cuentos o aprender nuevas habilidades les permite ser activos en su experiencia digital, en lugar de solo espectadores. Por otro lado, se debe promover el equilibrio entre lo digital y lo físico, alentando actividades fuera de las pantallas, como practicar deportes, leer libros, explorar la naturaleza o realizar proyectos creativos. De esta manera, los niños desarrollan habilidades valiosas, aumentan su autoestima y aprenden a utilizar la tecnología de manera positiva, reduciendo su exposición a contenidos violentos.

Mientras Las Pistas de Blue enseñaba a los niños sobre resolución de problemas, amistad y empatía a través de una pantalla, El Juego del Calamar expone un mundo cruel donde la violencia y la desesperación son el centro. Este contraste simboliza la evolución en el contenido dirigido a los más pequeños: de historias educativas y amables a narrativas que explotan la violencia como forma de atracción normalizada. Sin embargo, lo que sigue siendo constante es nuestra responsabilidad de guiar a los niños, ofreciéndoles contenido que los haga reflexionar y los impulse a crecer de manera positiva.

"La infancia es el terreno fértil donde sembramos el futuro. Protejamosla con contenido que nutra, no que destruya."

Referencias 

Crianza y Salud. (n.d.). Violencia en los medios y sus efectos nocivos: psicólogos. Recuperado de https://www.crianzaysalud.com.co/noticias/Violencia-en-los-medios-y-sus-efectos-nocivos:-psicologos 

GoStudent Insights. (2025). Aprendizaje por imitación: La teoría de Bandura y sus experimentos. Recuperado de https://insights.gostudent.org/es/aprendizaje-por-imitacion-bandura 

American Psychological Association. (2017). Normalización de la violencia a través del sistema de recompensa. Recuperado de https://www.apa.org 

Frontiers in Psychology. (2018). Retraso en el desarrollo de la corteza prefrontal. Recuperado de https://www.frontiersin.org 

Journal of Neuroscience. (2016). Hiperactivación de la amígdala y estrés crónico. Recuperado de https://www.jneurosci.org